Xita Corpus, la Fiesta del Corpus

A Temascalcingo tenía ganas de llegar desde hacía tiempo, su nombre me llama mucho la atención, es evidente que su nombre encierra la palabra de Temascal, baño ritual nahua. Por si no fuera suficiente, es Temascalcingo donde nace José María Velasco, el más grande pintor paisajista del siglo XIX. Esta vez pude llegar siguiendo la Ruta de Hidalgo, pensé que allí encontraría una Cabeza de Águila, cosa que no hay, pero encontré algo mejor: la fiesta del Xita Corpu.


Como es mi costumbre al llegar a cualquier lugar me dirijo siempre, como primera escala al templo principal, en este caso la Parroquia de San Miguel que tiene un cierto aire con el Carmen de Celaya, solo que, doscientos años separan la construcción de uno y otro templo. El clima, el aire fresco, la luz, todo armonizaba muy bien.Poco ruido, caminar pausado, el lugar perfecto para realmente descansar.

Y caminando por los portales me llamó la atención una serie de máscaras de ixtle que colgaban de una pared, había una revista que estaba dedicada al festejo que en el lugar se hace el Jueves de Corpus. No se pierda la víspera, será hoy en El Calvario, me dijo la persona que vendía las máscaras. Comencé a leer los artículos que se publicaban sobre la festividad y las fotografías me parecieron un poco desconcertantes. ¿Qué es todo esto? Me pregunté y, para encontrar la respuesta enfilé al Calvario.

Con la afición que tengo a los panteones llegué al lugar perfecto: el panteón. Allí es donde se encuentra el templo de El Calvario, construido en una loma que hacia el oriente domina toda la población y al poniente todo el magnífico valle. Una vista excepcional, sin lugar a dudas. A lo lejos se oía un violín que una y otra y otra vez más entonaba el mismo sonsonete, repetitivo, pegajoso, intrigante.

El sol se puso y comenzó a llegar gente, cada vez más, así que, siendo un templo más bien pequeño, sería bueno entrar para tomar asiento en las pocas bancas que ya estaban pegadas a la pared para dejar espacio suficiente para iniciar la ceremonia del Corpus Viejo o Xita Corpu en lengua mazahua.


Comenzaron a quemar copal, mucho copal, el aire se penetró del aroma intenso, ese que siempre nos remite a un ceremonial religioso. Más gente llegó y el templo no tuvo espacio para más personas. En el atrio se oía el violín, la tambora, el sonsonete y unos gritos muy particulares, desde donde me encontraba no alcanzaba a ver lo que sucedía afuera, mejor me subí, (poniendo un periódico), sobre la banca y un personaje de lo más extraño hizo aparición.

De rodillas y prácticamente arrastrándose a lo largo del templo hizo su entrada el “viejo”, persona que en esta ocasión había sido el elegido entre esa especie de hermandad que en cada templo se forma, ataviado con una enorme máscara, hecha de maguey seco, de ixtle portaba una peluca. Daba unas voces extrañas, se santiguaba, ofertaba algo al mayordomo del templo, una vela envuelta en una servilleta bordada fue lo que alcancé a ver.

Al poco, cual si fuera una representación teatral, apareció por la sacristía una vieja, ella portaba una máscara, de esas de resina, rezaron y al son de tambora y violín, un alucinante ejército de personajes arrodillados, hicieron aparición; la ofrenda se había hecho ya, comenzaba la fiesta.
Aquello se volvió algo indescriptible, una especie de alucinante sueño, entre aquelarre y carnaval, entre una fusión de celebración pagana y católica.


Una impresionante muestra de sincretismos mezclados con más sincretismos… y, de pronto, el templo se volvió sala de baile. El ritmo fue creciendo, se llegaba a un verdadero paroxismo, era aquello y extraño y particular carnaval, con visos de fe católica, algo en verdad extraño de describir.

Un ritmo envolvente, una atmósfera recargada de energía que se transmitía entre todos los asistentes, el ritmo me envolvía, las piernas las comencé a mover al son que se tocaba, luego bajaba y casi desaparecía la música, pero los integrantes de tan particular comparsa no dejaban de moverse, habían caído ya en una especie de transe.

Y, de pronto, otra vez más, el ritmo se incrementaba y el baile se volvía más frenético y así siguió por espacio de casi una hora, luego salieron del templo y ese frenético baile siguió en el atrio. Difícilmente se podía caminar, la música siguió hasta no se que hora… yo me retiré alrededor de las once de la noche, si esto es la víspera, bien me puedo imaginar lo que será al día siguiente.

Impresionante en verdad lo que sucedió esta víspera del Corpus en Temascalcingo.

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