Historia del Señor de la Coronación
Corría el año de 1716, el capitán Andrés Velázquez de la
Rocha y doña Manuela Canalejo, dueños de la Hacienda de Solís, muy devotos, mandaron
traer imágenes religiosas de Sevilla, España, entre ellas un Cristo Ecce Homo,
Señor de la Expiación de tamaño natural. Después de algún tiempo llegaron las imágenes al puerto de
la Villa Rica de la Veracruz y de ahí las trajeron arrieros en sus recuas de
mulas en unos cajones de madera; pasaron algunos días de recorrido, llegaron al
Camino Real de Michoacán y en las cercanías del Puerto de Medina (Zaragoza,
municipio de Contepec) fueron asaltados. Dos mulas lograron separarse de la
recua y se internaron en los cerros llenos de encinos y madroños de Juanacatlán,
atravesaron por La Mesa Grande y bajaron por el camino que llevaba a la
hacienda de la Huerta; unos campesinos las vieron pero no lograron detenerlas,
dieron aviso al párroco Nicolás Alanís Calderón, quien llegó y las bendijo; así
logro que se apaciguaran y pudieron descargar las cajas; el pueblo, con gran
asombro, vio el contenido de los cajones de madera, cada uno traía la mitad del
cuerpo de Cristo y unieron las dos partes, el cuerpo quedo completo, sentado
con un manto púrpura, en su mano izquierda una caña como cetro y en sus sienes
una corona de espinas; una imagen llena de dolor y sufrimiento, con una mirada
de ternura, su cuerpo con heridas de donde brotaba la sangre. La gente del pueblo
se llenó de emoción y dijo: Es el Señor de la Coronación.
Al recibir la sagrada imagen los ojos de la gente se
arrasaron en lágrimas, y lo llevaron en andas, pasando el puente colgante de
madera sobre el Río Grande, Ndareje (Río Lerma), en medio de repiques de
campanas, cohetes, con oloroso copal que se esparcía a los cuatro vientos,
flores y frutas. En procesión condujeron a la imagen a la parroquia de San
Miguel Arcángel. La noticia de la llegada de la imagen corrió por todos
lados. Un día muy de madrugada dos mazahuas de Andaró lo vieron sentado en un
maguey, raspado con su corona de espinas, mirando esta tierra, las montañas, el
valle donde el viento mecía los trigales dorados y el maíz verde jiloteando en
medio de una neblina iluminada por los primeros rayos del sol. El pueblo decidió construirle un templo en un cerrito de
Boquí y ahí lo llevaron, pero al día siguiente estaba en el Templo Grande, se
decidió construirle su capilla anexa al templo, de igual manera le quisieron hacer una capilla en La Huerta pero sucedía lo mismo, el Señor de la Coronación regresaba al templo grande. Los hacendados intentaron
llevársela también a la hacienda de Solís, pero la imagen se hizo muy pesada y
no se la llevaron.
Los mazahuas lo llaman Xita Tata Coronacio, los otomíes le
dicen Macata, una cosmovisión milenaria que se identifica con Él. En el
pensamiento religioso se dice que: "La Corona de espinas simboliza el
triunfo del espíritu sobre el dolor". En Temascalcingo, en su deseo de
libertad y justicia, le dicen: "Señor de la Coronación, tú sabes coronar
con corona inmortal al que lucha".
Fuentes:
Monografía Municipal de Temascalcingo, Julio Garduño Cervantes
Fuentes:
Monografía Municipal de Temascalcingo, Julio Garduño Cervantes
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