Señor Ndareje o Señor del Agua
El pueblo
mazahua ha luchado valientemente a través de los siglos por conservar
sus tradiciones. Ahora, al finalizar el siglo XX, los mazahuas continúan
rindiéndole tributo al agua y a la montaña, pues consideran que son los mejores
guardianes de una identidad étnica que la civilización ésta a punto de
arrebatarles.
En
esta ocasión se trata de una minúscula población del Estado de México, llamada
Los Pastores, rodeada de montañas y comunicada con el exterior
por un camino de terracería. Hasta este sitio, gracias al Prof. Julio
Garduño Cervantes, Secretario del Consejo Supremo Mazahua,
llegamos a presenciar una de las celebraciones más emotivas de nuestros pueblos
indígenas. De la carretera al caserío hay tan solo 10 Km de distancia,
especialmente difícil de recorrer en tiempo de lluvias. Cabe
señalar que la festividad se lleva a cabo en esta época y que, según la
creencia popular, mientras más lluvia haya, mayor lucimiento tendrá la
celebración.
Las
fiestas propiamente dicha tiene una duración de cuatro días. Durante el primero
o víspera, como aquí se le denomina, los habitantes de la comunidad van
hasta la orilla del Río Ndareje, nombre mazahua del Río
Lerma –que significa sagrado – y recogen de una capillita
cercana una imagen del Divino Rostro al que ellos llaman el "Dueño
del Agua", para llevarlo al templo de la Concepción, como invitado
a la fiesta.
Una
vez que "El Señor del Agua" ha sido depositado en un
costado del altar, los lugareños suben a lo alto de la montaña para traer,
también como "invitada de honor", una cruz de madera. En ambos
casos, la procesión tiene lugar en medio de cantos y rezos entonados por los
mazahuas; la cruz es depositada en el otro extremo del altar.
El
segundo día, 15 de agosto, los cohetes y las campanas llaman a los habitantes
del pueblo que se reúnen en el templo para asistir a misa. Más tarde, ocupan el
recinto las 24 mujeres que componen la cuadrilla de la danza de Las Chimales
o de Las Madres; éstas bailan al son de un violín y de un tamborcillo y
llevan en la mano derecha una sonaja adornada con cascabeles y listones
multicolores. Sus movimientos son lentos y revestidos de una imponente
solemnidad.
Mientras
tanto, en el atrio de la iglesia, adornado con tiras de banderitas multicolores
que parecen cantar con el aire, Los Macheteros, ejecutan la danza
que en otras partes se llama de los Doce Pares de Francia, de Moros
y Cristianos o de los Santiagueros.
Cerca
de las dos de la tarde, la fiesta se suspende para reanudarse al día siguiente,
cuando se celebra la danza llamada Matamoros; entonces, los
participantes simulan una lucha en la que Fierabrás, el jefe de
los moros, se convierte al cristianismo a manos de Carlomagno,
mientras los "justos" dan muerte a otros dos personajes por no
haberse querido bautizar. Los "cadáveres" son llevados en
hombros alrededor del atrio entre los llantos y lamentos de la concurrencia.
Las tristes notas de una flauta se ven interrumpidas por el violín y la tambora
que se escuchan a lo lejos y por el tañido de la campana que dobla a duelo.
Debe
Llover Mucho y Debe Llover Fuerte
En aquella
ocasión, ya para entonces, negros nubarrones amenazaban con descarga la lluvia
sobre los festejantes que aprecian no darle importancia al encapotado cielo. La
fiesta seguía, afuera del atrio del templo empezaron a desaparecer los escasos
puestos de pan, de fruta y refrescos. Debemos aclarar que durante las
ceremonias no se vende pulque "porque se enojan los santitos".
En
cuanto terminó la danza de Matamoros, el cielo abrió sus
compuertas y el diluvio no se hizo esperar; sentimos como si la naturaleza, en
perfecta armonía con sus hijos, hubiera permitido que se llevara a cabo la
fiesta para después hacer acto de presencia, confirmando de esta manera algo
que ha venido sucediendo por muchísimos años. Debe llover, y fuerte, para que
la celebración sea del agrado de La Virgen y para que el "Dueño
del Agua" acepte el tributo que se le entregara posteriormente.
Al
día siguiente llegamos al lugar de la cita unos minutos antes de la cinco de la
mañana; los cohetes retumbaban sobre nuestra cabeza y la campana de la iglesia
repiqueteaba alegremente llamando a los miembros de las cuadrillas de
danzantes. Poco a poco, la gente empezó a llegar, se escuchaban cánticos de
alabanza en honor a la Virgen de la Concepción; mientras tanto,
en el interior de la iglesia los fiscales arreglaban la ofrenda que más tarde sería
depositada en el río. Esta ofrenda consiste en un cesto de mimbre lleno de
flores silvestres de los alrededores; en el centro se coloca una vela delgada y
algunas mazorcas tiernas. Mientras tanto, la imagen del Divino Rostro
va envuelta cuidadosamente en el lienzo que la protegería durante el traslado a
"su casa", allá en la orilla del Río Lerma.
Pocos
minutos después de las seis de la mañana, el grupo se puso en camino; nos
dirigimos al sitio donde el río sagrado Ndareje, forma una única
cascada dentro de los límites del Estado de México. Ahí, en Texhi,
las aguas del río caen en las peñas para continuar su camino, antes lleno de
vida, esplendoroso, pero hoy opacado por los desperdicios que arrastra
dolorosamente la corriente de las fábricas de Lerma, Toluca, Atlacomulco.
Ofrenda
y Peticiones en el Río
Entre
lodo y barro, piedras y milpas, el grupo avanzo con paso rápido; por fin
llegamos a la pequeña capilla, morada del "Señor del Agua".
Los cánticos y las alabanzas no cesaban y en el interior de la capillita se
colocaron algunos ramilletes de flores. El Divino Rostro había
sido llevado con reverencias por un niño de la localidad. En el interior de la
capilla parpadeaba la luz de una vela encendida poco antes.
Desde
una distancia considerable tratamos de adivinar lo que sucedía dentro de la
ermita, entonces, uno de los fiscales nos indicó que nos acercáramos. Todo era
recogimiento, un sentimiento piadoso embargaba los corazones de los asistentes.
El cielo empezaba a iluminarse con la tenue luz del amanecer contrastado con el
azul de los celajes, mientras que la luna aún se asomaba tímidamente. El sonido
del agua al caer, y los rezos, tan bajos que parecían murmullos, dieron una
bienvenida mágica al día que empezaba a nacer.
Mientras
tanto, alguien ató una piedra de regular tamaño a la parte inferior del cesto;
la ofrenda fue entregada a uno de los Fiscales, quien acompañado de dos
personas caminó unos cuantos metros rio abajo, luego, entre los accidentes del
terreno bajó hasta la orilla y colocándose ágilmente entre unas piedras que
apenas asomaban de la superficie del agua, elevó la ofrenda al suelo y suplico
al Rio Lerma "que no muriera, que siempre llevara agua,
para que no falte el maíz". El celebrante hizo el signo de la cruz con
la ofrenda y con emoción la arrojó al rio. De momento, el cesto se sumergió,
luego salió de nuevo a la superficie, flotó durante unos segundos a la deriva y
se alejó hasta desaparecer en medio del expectante silencio de la concurrencia.
Esta
escena nos invitó a la meditación: pensamos en ese puñado de personas que de
una forma tan sencilla agradecen los beneficios que el rio brinda a la tierra
que habitan.
También
en la Cumbre
Más
tarde, en la iglesia tuvo lugar uno de los últimos actos de esta ceremonia: una
pequeña cruz de madera fue incensada y adornada con flores, antes de que el
mismo grupo que bajó al rio, subiera ahora a lo alto de la montaña a
depositarla.
El
ascenso se inició por unas veredas que se pierden entre la agreste vegetación;
algunas mujeres llevaban en sus espaldas a sus pequeños hijos; el violín y el
tamborcillo acompañaban al grupo que portaba la cruz envuelta también en un
lienzo y que, como en la ocasión anterior era conducida por un niño. La cuesta
es muy empinada, por lo que pronto el grupo nos aventajo; sin embargo, seguimos
adelante.
Nos
dieron la bienvenida en lo alto de la montaña los campos sembrados de maíz y
una capillita, parecía a la que había abajo, en la orilla del río. Estábamos en
"La Casa de la Santa Cruz". Después de una serie de
ritos semejantes a los que se llevaron a cabo en el río, Las Chimales danzaron
al compás del tamborcillo y el violín mientras cantaban en voz baja.
Una
vez concluidas las danzas, los Fiscales entregaron sus bastones de mando
a quienes les sucederían. Después de algunas oraciones retiraron las flores que
adornaban los bastones y los colocaron en el interior de la capilla. Todos los
presentes depositaron ahí mismo pequeños ramilletes. Una vez terminado este
acto, la pequeña puerta fue cerrada y asegurada con piedras para evitar que los
animales del monte pudieran causar algún perjuicio en el recinto; estas piedras
serán removidas el próximo año, durante la celebración
Allá,
en lo alto de la montaña, teniendo como testigo un cielo azul y un sol
brillante, los participantes realizaron el "despedimiento",
dándose la mano en señal de despedida. Se da fin así a una ancestral costumbre
del pueblo mazahua, que ahora nos hace meditar en el futuro que
nos espera si continuamos dañando nuestros bosques y nuestros ríos.
Agradecemos a la comunidad mazahua de Pastores del Municipio de Temascalcingo; al Prof. Julio Garduño Cervantes, cronista oficial de Temascalcingo (QEPD); al Prof. bilingüe Mario Gracia Romero; a los señores José González y Martín Martínez Romero, primero y segundo Fiscal de la fiesta.
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