Leyendas Encontradas en Literatura

Leyenda del Convento

Después de una noche de insomnios, dentro de la capilla del Santísimo, el hermano José oraba en un mar de sombras. Su figura fina envuelta en el santo hábito de la Virgen del Carmen, era como una estatua de marfil incrustada en el blando reclinatorio. Las campanas de la iglesia sonaron, enseguida la de las demás capillas. Despertado por el hermano sacristán se levantó del reclinatorio y fue a la sacristía a vestirse. Por las tardes cuando el religioso volvía a entregarse a la oración, el espíritu de las tinieblas lo atormentaba apareciéndosele  forma de una mano negra que desde el fondo de los retablos de los altares lo llamaba insistentemente. A los pies del confesor, llorando, pidió auxilio contra la terrible visión. Le dijeron que se dirigiera en auxilio de aquel espíritu atormentado. Al efecto se preparó una solemne procesión por los claustros a la hora en que la visión solía revelarse. Como de costumbre apareció el "espanto" y entonces el reverendo padre tomo en sus manos el Santísimo Sacramento y, entonando los salmos penitenciales, fue fray José y parte de la comunidad en pos de aquella mano negra, y que solo el veía. Arroyos de sangre corrieron por los horizontes, la mano negra estranguló la figura de todas las cosas: árboles, flores, conventos y frailes. A la mañana siguiente los religiosos quitaron  el tabique donde salía el "espanto", encontrando detrás un cuarto humedo lleno de telarañas acumuladas allí en el transcurso de muchos años.

La mano negra


En una de esas noches de invierno que llovizna y hace frío, el padre, de cuyo nombre no puedo acordarme, era una celebridad en la vasta provincia. Tenía un vasto conocimiento de las cosas, sin embargo, mientras estudiaba en su celda a altas horas de la noche. Allí estaba una noche el padre, el silencio reinaba esa noche en el recinto, notó un ruido extraño a su lado, vuelve el rostro y se ve una mano negra cuyo brazo se perdía entre las sombras, tomando entre sus dedos la llama de una vela. Por eso no es bueno estudiar en la iglesia a altas horas de la noche.

La Tienda Encantada

Se cuenta que venían unos arrieros de Solís, con sus burros cargados de mercancía, y al pasar por una cañada, perteneciente al municipio, sobre el camino a la cabecera,  encontraron una tienda abierta; al verla entraron y uno de ellos dijo: "Ahorita vengo, voy a ver a los animales". Pero al regresar a la tienda, esta ya no estaba, y corrió al pueblo a avisar a todos lo que había sucedido. Un año después el arriero regresaba por aquel camino, y encontró de nuevo la tienda abierta, entro en ella y encontró a su compañero.
- ¿Que paso compa ya nos vamos? a lo que el primero contestó: ¿Pues a donde fuiste que no te tardaste?

-¿Cómo que a donde fui si ya llevas un año aquí?

El amigo pensaba que lo engañaban, pero descubrió que ya llevaba un año ahí.

El Embromador

En los bosques de la sierra (sierra de Tlalpujahua), aparece un ser mítico. Leñadores, pastores o gente que simplemente camina por el monte se lo pueden encontrar. Es muy pequeño, mide 60cm, pero se puede hacer mas pequeño. Tiene buen humor y gusta de hacer bromas. A veces ayuda a quien pide ayuda, Cuenta que un leñador se le apareció varias veces, un día brincó hacia adelante y se plantó a su lado, el burro se asusto y salió corriendo, el viejo se le quedo viendo muy triste, ya que su burro se había ido con toda su carga de leña, entonces el ser le dijo: "soy el dueño de los bosques y los animales hacen lo que digo", el señor le dijo que le pidiera entonces a los animales que le ayudaran a juntar su leña. La gente vio como el señor vendía mucha leña y sin tardarse nada en la montaña. En poco tiempo se compró una recua de mulas, dicen que el ser le siguió ayudando por que e viejo le llevaba tamales y atole todos los días. Pero no a todos ayuda, a algunos les hace mal y los asusta.

Nguemore

Todo era de noche, era silencio. El cielo comenzó entonces a pintarse de un rojo vivo, y de pronto Jyaru iluminó la tierra. De su amor con Male Zana, nuestra madre Luna, y de su calor, amaneció la vida. Si no hubiera sol, tampoco habría vida.

Así vino el Sol, el gran señor, a dar vida a Xonigomui, el espíritu de la tierra mazahua. El sol movió sus rayos y todo se movió en el mundo; se hizo el aire, el aire se hizo viento. El sol lloró y con sus lagrimas se hizo el agua, y nacieron los ríos, los lagos y los manantiales. Brotaron después las plantas, los animales y el hombre.

El Sol se regocijó de su obra, sonrió y de sus risas salieron las flores y los pájaros.  El Sol cantó y cantaron los pajaros. Las flores se inclinaron ante él, reconociendo su grandeza. Así hubo animales, frutos y cantos.

Los primeros hombres que habitaron esta tierra eran muy altos, eran verdaderos gigantes, pero no tenían fuerza ni peso. El aire los tiraba al suelo y no se podían levantar. Se les llamaba Mandas. Hubo después otros hombres pequeños, y no podían colocar el maíz en las trojes. Debieron desaparecer. Se llamaban Mbeje. Nacieron después otros hombres de los que somos retoños: Los Mazahuas. Jyaru los amó y protegió para que poblaran la tierra.

Nguemore recoge agua con las manos y apaga con ella su sed. Él bendice también al Sol cada mañana, mientras sus pasos lo llevan por el camino de la vida. Desde hace mucho sus huellas se repiten sobre Niñi Mbate. Ahí tiene su cueva, frente a Ndoreje, pequeña isla lamida por la lengua brillante del Río Lerma, Ndareje.

Le gusta dormirse bajo el canto de la cascada de los pastores y el trino de los pájaros. Pero siempre está despierto cuando el Sol se levanta sobre el este enrojecido, y también cuando cae en el lecho violeta del poniente, vencido por el sueño.

Nguemore trajina las riberas del Río Ndareje. Camina también por la tierra encarnada de Mbaro, y continúa su marcha hasta los llanos en que sopla el viento fuerte, Jyapul. Se mantiene a menudo en Apare, las lagunas y manantiales de agua caliente, y mira los numerosos peces y ajolotes. A veces se queda allí, descansado bajo su sauce o entre tules. En ese tiempo no había montañas.

Tanta paz va encendiendo en su corazón  la brasa de un deseo que lo turba, comprende que necesita una compañera. Pasa una luna tierna, pasa una luna llena, y ella no llega. Un día, por las tierras que son ahora San Juan Jalpa y San Miguel Tenochtitlan pasa una hermosa mujer, pero no le corresponde. Nguemore se siente triste y solo.

Tanseje, la estrella grande de la mañana, anuncia un nuevo amanecer. Despiertan los jilgueros, Nguemore anda cerca del río recolectando frutas y hojas tiernas para comer. Ha comenzado a soplar el viento. De pronto mira hacia el valle y ve venir a una doncella con un manto blanco sacudido por la furia del aire. Sus ojos se deslumbran con tanta belleza. La doncella se le acerca.

-¿Como te llamas?
-No tengo nombre- Le responde la doncella.
-Entonces te diré Toxte.
Ella sonríe y acepta el nombre-
-¿A donde vas?
-A ninguna parte.
-Puedes quedarte en el valle si quieres. Aquí cerca tengo una cueva.

Días después Nguemore y Toxte encienden el gospi del amor, colocando una piedra hacia el norte, una al sur y una última hacia el poniente, dejando un espacio abierto hacia el este, para que entre por ahí el calor sagrado del Sol.

Nguemore y Toxte unes sus vidas y sus pensamientos en una fuerza poderosa. sus voces y sus manos se juntan para exaltar la tierra, para acariciar el agua y el viento.

Van dando nombre a las cosas, a las plantas, a los animales. Al sol le llaman Jyaru, a la Luna Zona, al agua Ndareje, al fuego Sivi, al sauce Xiño, al venado Panteje, al trabajo Mbefi. Y así a todo lo demás. Aprenden a cultivar el maíz; nacen sus hijos, Najto, el pueblo. Plantan un árbol llamado  mama para registrar su origen, el lugar y el tiempo del pueblo mazahua. El árbol empieza a crecer.

Agradecidos le ofrecen al Sol una bebida hecha de maíz, el Sende Choo; le ofrecen flores, copal, y hacen ritos al fuego por la mañana, a mediodía y por la tarde. Nguemore y Toxte vivieron muchos años. Vieron car numerosas lluvias y repetirse infinitamente el ciclo del maíz. Su ciclo ya se terminaba.

Tata Jyaru estaba contento con ellos, y no querían que se acabaran para siempre. Toxte se hallaba muy enferma y antes de que muriera la transformó en Volcán, el Toxte, Xinantécatl o Nevado de Toluca. Nguemore no entendió por que el Sol lo dejaba solo y triste. una día partió hacia el este, dispuesto a abandonar esa tierra. Pero sus hijos detuvieron su marcha, pidiéndole que se quedara con ellos.

-Quédate Nguemore, y tu voluntad será nuestra ley en el futuro, como lo fue en el pasado.
-Mi voluntad es convertirme en montaña, como Toxte, mi compañera. Así podría mirarla hasta el fin de los tiempos, sin corromperme.
-¡Oh, Nguemore! Somos hombres y no dioses. ¿Cómo podemos convertirte en montaña? Pídele eso a nuestro padre el sol.

Nguemore levantó entonces los ojos al cielo. La luz lo encegueció, y delante de su pueblo se fue convirtiendo en montaña. Es la que ahora conocemos como Tata Nguemore, y también Xita o Bingui Mara. Los toltecas le pusieron Xocotitlán. Él es hoy la montaña sagrada de los mazahuas, el símbolo de la vida de nuestro pueblo. Desde épocas remotas se le ofrendan mazorcas de maíz, en un ritual acompañado de música, cantos y copal. Se cuelgan las mazorcas en los peñascos que hay en su cumbre, y sobre esas piedras, con un carbón, se dibuja el contorno de las manos. Los hombres regresan después con granos de Maíz, tierra y ceniza, que echan en la milpa para propiciar las buenas cosechas.

Con su mirada eterna el espíritu de la montaña contempla amorosamente Tontejé, a su tierra y a su pueblo mazahua. Cuando tiene un penacho de nubes orientadas hacia el norte nos anuncia la lluvia, y cuando se cubre de nieve es señal de que habrá buenas cosechas. Ahí está Tata Nguemore, la montaña sagrada, junto a sus primeros hijos, transformados en pequeños cerros, los tziteje, que también velas por nuestro pueblo, deseando verlo libre y dueño de su destino, cada vez más orgulloso de sus tradiciones.

Comentarios

  1. El autor de Nguemore es Julio Porfirio Garduño Cervantes "Ndareje"

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