Velasco y La Expedición a Metlaltoyuca

El 27 de junio de 1865 el subprefecto del distrito de Huauchinango, Juan B. Ocampo, enviaba al Ministro de Fomento Luis Robles Pezuela un "informe" donde le pedía se examinasen los terrenos baldíos que rodeaban a esa población, para ver si eran aptos para la colonización, y que se reconocieran las ruinas de una antigua ciudad cercana para que posteriormente se pudieran estudiar de acuerdo con los métodos de arqueología moderna. El Ministro turnó el "Informe" al subsecretario Manuel Orozco y Berra quien con gran eficiencia dispuso, el día 15 de julio, que el ingeniero Ramón Almaraz, jefe de la Comisión Científica del Valle de México, partiera a la brevedad posible a efectuar ese reconocimiento. Así, el 18 de julio de 1865, apenas veinte días después de enviar el "informe" del subprefecto un reducido contingente de científicos salía para Huauchinango. Junto con Almaraz iban los ingenieros Guillermo Hay y Antonio García Cubas, cuya misión era la de hacer mediciones topográficas, levantar planos de la zona, estudiar el clima y las producciones vegetales de la región así como su fauna.

También debían hacer investigaciones geológicas y mineralógicas. Además se les encargó hacer un estudio de la población, sus enfermedades más frecuentes, sus métodos agrícolas, los caminos que llegaban hasta el poblado y los terrenos baldíos susceptibles de colonización que lo rodeaban. Por último debían hacer una descripción detallada de las ruinas de Metlaltoyuca. Para llenar tan amplios propósitos reunió un buen equipo científico. El ingeniero Hay llevó sus aparatos fotográficos. Sin embargo Almaraz consideró que llevar únicamente aparatos fotográficos podría resultar riesgoso por diversas circunstancias que el mismo explicó: "Impuesto de lo que tenía que hacer, manifesté al señor Subsecretario que, en mi concepto, no bastaba la fotografía para desempeñar aquellos trabajos, ya porque a consecuencia de la estación de las aguas, era muy probable que no hubiese suficiente luz para tomar las vistas, ya que porque en atención a lo quebrado del camino sería fácil que se rompiesen algunos aparatos, y ya en fin, por que encontrándose las ruinas dentro de espesos bosques, las vistas ofrecerían sólo grupos de árboles y los monumentos harían en ellos papel secundario. Pedí por tanto un dibujante que se dedicase a la representación d las ruinas: se accedió a mi pedido, y se puso a mi disposición a dos paisajistas de la Academia Nacional de San Carlos, y fueron los Sres. Velasco y Coto".

Sin embargo el 17 de julio, don José Urbano Fonseca, ya solicitaba al Ministro de Instrucción Pública y Cultos autorización para que Velasco y Coto acompañaran a la expedición. Mencionaba para apoyar su petición el hecho de que ambos dibujantes ya habían practicado excursiones con fines artísticos por los alrededores de la Ciudad de México y que, además el día 15 de julio ellos mismos, en forma espontanea, se habían presentado ante él para que se les concediera, según dijeron, "alguna cantidad para emprender expedición a Huauchinango, porque había llegado a su noticia, por las que han dado en los periódicos, la del descubrimiento de una ciudad, y querían transportarse a aquel punto con objeto de hacer vistas y tomar apuntes para la ejecución de algunos cuadros que por la novedad y por el interés que inspira ese descubrimiento, serían vistos con aprecio".

De esta manera, sea por la petición de Almaraz o por la iniciativa de ellos apoyados por Fonseca, o por la coincidencia de los propósitos de ambos, Robles Pezuela accedió a que acompañaran la expedición y a darles cien pesos a cada uno "para gastos de viaje". A cambio de ellos los dibujantes contraían "la obligación de hacer los dibujos que se les encomendaren". Aunque Velasco y Coto aceptaron con entusiasmo, pusieron una condición "que se les dejarían hacer los estudios que tienen en relación con su arte de paisajistas y no limitándose servilmente a ejecutar los dibujos que se les encomendaren, y de los que no podrían sacar todo el partido que desean".

Configurada de esta manera la expedición, las labores científicas quedaron divididas como sigue: Almaraz reconocería los terrenos baldíos y levantaría el plano correspondiente; García Cubas haría las mediciones topográficas y Hay, auxiliado por Velasco y Coto, se dedicarían a dibujar y a fotografiar las ruinas de Metlaltoyuca.

Del viaje Velasco hizo un relato detallado que contiene datos que no encontramos en los de los otros dos autores que narraron la expedición. A veces incluso resulta prolijo por la cantidad de datos que enumera, lo que no le resta interés o incluso amenidad pues nos habla de las personas con que se encontró o trabó relación, de sus alimentos y de quién se los preparó, de los horarios que siguieron,del clima y las condiciones meteorológicas, de las posadas y sitios en que pernoctaron y de las dificultades, a veces realmente graves, que tuvieron que superar. Si algo revela su relato es lo problemático que resultaba todavía en el siglo XIX emprender cualquier tipo de expedición científica: malos caminos, falta de hospedaje, dificultades técnicas y carencia de caballos y otros medios de transporte.

En cuanto hubieron recibido la autorización para partir y los viáticos (Velasco dice que fueron ciento cincuenta pesos aunque no especifica si por los dos o cada uno) los dibujantes arreglaron a toda prisa sus útiles de trabajo y equipaje. Velasco se despidió de su familia. Compraron los boletos de la diligencia a Tulancingo y a las cinco de la mañana del 19 de julio - Un día después del contingente de científicos - partieron para reunirse con ellos en esa ciudad a la cual llegaron el día 21. Almaraz y su equipo sufrieron un retraso y entraron a esa población un día después. Aquí debemos mencionar un hecho interesante: además de Coto y Velasco iba con ellos otro dibujante que llegaría también a ser un buen naturalista, Rafael Montes de Oca, quién los acompañó en todo el trayecto pero no fue mencionado por Almaraz ni por García Cubas. Esta amistad Velasco con Montes de Oca explica parte de la actividad científico-artística del primero. No es difícil que este viaje lo hicieran ambos impulsados tanto por su vocación artística como por su curiosidad científica, característica esta última que Coto no compartía.

A todo lo largo del relato de Velasco se pone de manifiesto que los tres artistas viajaron hasta cierto punto de forma independiente de los científicos. Buena parte del trayecto la hicieron a pie y en condiciones difíciles y pudieron realizar sus dibujos con libertad. Almaraz era un hombre inteligente y comprensivo y no sólo les permitió hacer lo que quisieron sino que les ayudo personalmente a hacerlo.

La ruta seguida de Tulancingo a Huauchinango y a Metlaltoyuca fue obstaculizada por los aguaceros, el cruce de los ríos crecidos y el suelo fangoso. Almaraz da una descripción de lo que debió ser el camino en esa época del año: "La estación no era la más a propósito para atravesar la sierra, pues los que la conocen saben bien que estando compuesto el suelo de un barro ferruginoso, es muy resbaladizo y peligroso en tiempo de aguas, y que se camina continuamente de precipicio en precipicio. Los ríos y arroyos crecen extraordinariamente y con frecuencia no hay medio para pasarlos. En Tulancingo y Huauchinango varias personas conocedoras del terreno, nos hicieron presente las dificultades que teníamos que vencer, para llegar a el término de nuestra expedición, y nos aconsejaban el regreso a México, difiriendo ésta para el verano del año entrante. Escuchábamos sus razones, pero avanzábamos, y las dificultades iban desapareciendo con la constancia y el tiempo."

En términos semejantes Velasco narra las peripecias del viaje y su arribo final a Metlaltoyuca el 30 de julio de 1865. Ahí hicieron un reconocimiento de las ruinas y sus alrededores. En su relato Velasco hace una detallada descripción de esos momentos, con numerosos datos que no registraron ni Almaraz ni Cubas. Utilizó diversos instrumentos de medición e inspeccionó con detalle las ruinas a pesar de la maleza que las cubría. Coto y él hicieron diversos dibujos: "el meridiano", el palacio, la pirámide, dos estudios de higueros, un higuero aislado y por último "la casa del señor Jacome". El científico Hay fotografió la pirámide, "el meridiano", una piedra con una bajo relieve y una figura "que representa una momia o un cadáver envuelto en una especie de sábana".

A los pocos días iniciaron su regreso. Llegaron a la capital el 13 de Agosto, osea 26 días después de haber salido de ella. En las líneas finales de su relato Velasco hizo un balance de lo logrado. Dirigiéndose al director de la Academia le dice: "Aunque la expedición ha sido bastante penosa, también nos ha sido de grande utilidad pues hemos tenido lugar de ver accidentes que en otra estación tal vez no habría, y aunque los apuntes dibujados hayan sido pocos, sabe Ud. perfectamente, Sr. Director, que el Artista necesita más bien hacer poco y observar mucho, para enriquecer la imaginación de la variedad de objetos que nos muestra la naturaleza y hacer esto poco con verdadero juicio caracterizando los lugares que se quieren representar".

En efecto, desde el punto de vista artístico de la expedición no se caracterizó por una copiosa producción de dibujos. Sin embargo todos ellos resultan de interés para la arqueología, antropología o la historia de la ciencia. En la "Memoria" del viaje publicada por Almaraz aparecen diez litografías tomadas de dibujos de Coto, Hay y Velasco. La más bella de las litografías que aparecen en la "Memoria" fue hecha de un dibujo de Velasco. Su título es "Cascada de Necaxa" y su autor nos ha dejado una interesante descripción de la peculiar manera en que pudo dibujarla al regresar de Metlaltoyuca a México: "Llegamos a la bella cascada de Necaxa (que quiere decir lugar donde hay ruido) y tuvimos lugar de observarla con admiración a la verdad, pues a la ida no la pudimos ver toda descubierta por las nubes que sin cesar se desprendían de la barranca. Aunque en este momento se desprendían también, sin embargo no eran tan abundantes y dejaba por otra parte algunos intervalos de tiempo para poderla apuntar y el Sr. Almaraz me cubría de la llovizna con su capote de hule formándome con sus brazos y el capote un toldo; no siendo suficiente éste mismo Sr. Almaraz me prestó su sombrero que era bastante ancho y de este modo pude hacer que el libro no se mojase y apuntar la cascada. Los demás compañeros se adelantaron y los alcanzamos en el paso del río Necaxa, hicieron sus apuntes y seguimos caminando a Huauchinango llegando a este punto después del medio día".

La información científica recabada por la expedición prueba que en los 26 días que duró todos sus miembros trabajaron muy activamente. Gran parte de los trabajos fueron dedicados al estudio de la flora que abarcó un gran número de las especies que existían entre Tulancingo y Metlaltoyuca, es decir desde los pinos, ocotes y encinos de la sierra hasta las plantas que representan "toda la hermosura y lozanía de la vegetación tropical". Describieron a Huauchinango como "el país de las flores", con sus árboles de naranjas y liquidámbar. Desde Xicotepec ven y describen café, el mango y los helechos gigantes, así como el platano, la caña de azúcar, el arroz, la piña, el tabaco, "y todos los árboles y frutas de la tierra caliente". Enumeraron las "maderas preciosas y de construcción": palo de hule, cedro, romerillo, caoba, caobilla, palo de gato, tlacuilo, palo de tinte, rosa, ébano, jaovino, encina, ceiba, palmera, palma real y volador. Además estudiaron y en algún caso dibujaron diferentes tipos de planta: pimienta, vainilla, zarzaparrilla, purga de Jalapa, etc. Reconocieron sin embargo que se toparon con "multitud de árboles, arbustos y plantas de difícil catálogo y desconocidas para nosotros". Velasco dice que ante la catarata de Necaxa vio "los helechos gigantescos, entre bosques de árboles de liquidámbar de altura considerable. Guillermo Hay - Que también era naturalista - ayudó a Velasco a identificar diversas especies, algunas desconocidas para él como el hule, la anona, el palo de mulato, el helecho y el plátano. Al llegar a Metlaltoyuca dice haber visto "la pimienta, el chico zapote, mameyes, naranjas, limones, higueras y algunos troncos vestidos de plantas parásitas entrelazadas con los bejucos que siguen unos movimientos caprichosos".

Diversas observaciones botánicas de Velasco fueron, años después, recogidas en sus trabajos y dibujos sobre la Flora y Fauna de México. Incluso se comunicó a científicos como Villada algunos de los datos que recogió. Según Velasco, Almaraz recogió entre Huauchinango y Xicotepec, una buena cantidad de muestras de diversos tipos de minerales, "para formar su corte geológico de Huauchinango a la mesa de Metlaltoyuca". En efecto con esa colección de rocas el profesor de la Escuela Imperial de Minas, don Próspero Goyzueta, realizó al regreso de la expedición, los estudios que permitieron determinar la formación geológica del suelo. Almaraz fue para Velasco en los estudios geológicos y de rocas lo que Hay fue para los estudios botánicos. Los trabajos de la expedición acerca de la población comprendieron la descripción de los tipos humanos de los diferentes pueblos que visitaron así como sus lenguas y costumbres.

También estudiaron a los Totonacos a quienes calificaron de "más dóciles y de mejor carácter que los mexicanos". Señalaron el apego a sus tradiciones, y el desaliento que cundió cuando sus ídolos encontrados en Metlaltoyuca fueron llevados a Huauchinango. Estudiaron sus ritos religiosos, sus bailes rituales, sus simulacros de guerra y "el juego del volador que describe Clavijero" y que todavía realizan en recuerdo de sus antiguas tradiciones.

En cuanto a la parte medular de la expedición - las ruinas - científicos y dibujantes destinaron la mayor parte del tiempo de que dispusieron a inspeccionarlas, medirlas, dibujarlas y fotografiarlas. Para lograr resultados aceptables tuvieron que luchar con la maleza, la lluvia y la resistencia de los indígenas para ayudarlos a trabajar. Pero su principal hallazgo, hecho con base en calas en los edificios fue: "Mas si estas ruinas son interesantes por ser tal vez las únicas en su género, bajo el punto de vista de un sistema completo de fortificaciones indias, debemos llamar la atención de los arqueólogos sobre un descubrimiento que hemos hecho allí, y que para las investigaciones históricas del país puede ser de grande interés: 'Las Tribus indias que construyeron estas fortificaciones conocieron la bóveda'".

Además encontraron pinturas al fresco mismas que fotografiaron y después dibujaron. Registraron los ídolos que encontraron y les llamo poderosamente la atención el que semejaba una momia lo que les llevó a enunciar ciertas hipótesis acerca de los contactos tempranos entre el nuevo y el viejo mundo, pero con la peculiaridad de haber sido los del nuevo los que cruzaron el Atlántico y llegaron al África, lo que explicaría que los egipcios hubieses adoptado su costumbre de embalsamar los cadáveres y su modo de construir pirámides.

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