En las Comunidades de Temascalcingo - Leyendas


El Día de Muertos
Un humilde arriero cuya Madre había fallecido recientemente se comprometió con ella al momento de enterrarla en trabajar el doble antes del Día de Muertos cerca de la Hacienda de Solís para poder juntar el dinero suficiente para ponerle su ofrenda y así recordarla, pero él veía muy difícil poder estar en casa para la celebración, así que encomendó a su mujer la tarea de preparar el altar para su amada madre ya finada. Tras la ausencia del marido, la esposa pensó, “El muerto, muerto está, y del más allá nunca regresara”, por lo cual no hizo ningún preparativo para la ofrenda, ese día solo colocó una vela sobre un ladrillo, le rezó un rosario, ignorando por completo el encargo de su esposo, ya que considero mejor usar el dinero para comprar unos animales para el hogar.

Por más esfuerzos que el hombre hizo no pudo llegar a tiempo a casa para honrar a su Madre, en el camino pudo ver una gran procesión cerca del panteón, todos iban cargados con canastos de pan, fruta, comida y bebidas, iban adornados con collares, racimos de flores, algunos incluso luciendo ropas nuevas. Al final de la procesión, un poco retirada, iba una mujer, envuelta en un rebozo muy desgastado, su delantal sucio y sus enaguas rotas, descalza, inspirando mucha tristeza al hombre, solo llevaba en sus manos una vela sobre un ladrillo y un rosario. La emoción del hombre desapareció junto con el cortejo que se alejaba entre las colinas se quedó con una inmensa tristeza de ver a esa persona tan pobre que al parecer por pena no se incorporaba a las demás personas.

Al llegar a su casa estaba muy emocionado, estaba esperando ver la gran ofrenda de su madre que con tanto empeño había comprado, pero al llegar encuentra la casa vacía y pregunta a su mujer

-¿Qué paso con la ofrenda de mi Madre?

A lo cual ella contesta:

–Mejor lo use en algo de más provecho para nosotros, compré unos animalitos, en lugar de malgastarlo.

El hombre ve entonces la vela sobre el ladrillo, junto con un rosario, soltando en llanto al entender que aquella pobre mujer de la procesión era su Madre, a la cual no le había puesto sus ropas nuevas, ni sus comidas favoritas, solo una triste vela sobre un ladrillo que ella cargaba con pesar. Esta leyenda me dicen se contaba mucho en la época de la colonia, para recordarle a las personas que no debían olvidarse de sus muertitos en este día.

La Pequeña y el Panteón
No me queda muy claro en realidad el lugar donde estos hechos ocurren, pero según quién me cuenta esta leyenda, sucede en el Panteón de Solís o en el de La Cruz Blanca, pero por las referencias del canal, me inclino al de Cruz Blanca ya que el canal esta unos metros antes de la Presa de San Fernando.  La leyenda de la niña del panteón es una que muchos han experimentado cada que van a visitar a sus difuntos. Se dice que todo empezó por allá de 1930, cuando una familia acaudalada, fue al entierro de un familiar, y llevando a la niña de no mas de 7 años de edad, y contra los consejos de muchos amigos y familiares, la llevaron, para que supieran que la muerte era parte de la vida. Así entre llantos y lamentos por la perdida de la persona, se fueron retirando las personas, hasta que la familia llego a su hogar y se dispusieron a celebrar una comida, pero en ningún momento se dieron cuenta que algo les faltaba, y no era otra cosa que la pequeña niña, que se había quedado en el panteón.

Así como fueron llegaron los familiares cada vez se preocupaban más ya que no aparecía con ninguno de los que arribaba, así se fueron al panteón a buscarla, pero nunca dieron con ella, tenían la eesperanza de que se hubiera ido con algún pariente que no llego a la comida o que algún buen samaritano la hubiera encontrado y llevado a las autoridades, lo que nunca pasó, preguntaron en casas y a los vecinos, pero nadie la había visto. Así pasaron los días, las semanas y los meses, hasta que dieron por perdida a la pequeña, hasta después de unos años se enteraron de lo que en realidad le había pasado, y es que la niña se había querido ir a su casa, tomando el camino ella sola, pero cuando estaba pasando un canal de agua lodosa se resbalo y ya no pudo salir muriendo en el acto.

Solo se dieron cuenta los lugareños, cuando por la época de sequía ese canal se secó, y al pasar unas mulas salieron los restos de la niña y su ropa, ya se sabía que había muerto en ese lugar. Desde ese día, en ese canal, se aparece una niña, que con todos quiere jugar, si le dejas juguetes, estos a los días desaparecen, y saben las personas que se trata del espíritu, ya que aun no encuentra descanso su alma. Pero no es todo lo que llegarás a oír, por que muchos cuentan que si pasas sobre ese canal y tiene agua suficiente, sentirás como algo te detiene y te jala los pies, ya que la niña busca compañía para poder jugar un rato más. Muchos la han visto detrás de un árbol que está justo por ahí, pero en el camino también la han avistado y han tratado de alcanzarla por que para ellos no es normal que la niña este sola en ese lugar, pero solo lo hacen para darse la sorpresa de su vida al verla bien, ya que ella no se parece en nada a una niña, y corre para no ser vista más. Si la haces enojar dicen los lugareños que incluso llega a gritar y que un un buen rato parado te vas a quedar.

El Jacal de San Antonio

En una de esas historias que se cuentan antes de que el borbollón fuera un balneario o siquiera existiera, se vio involucrado un humilde trabajador cuando regresaba a su casa en medio de la oscuridad proveniente de su trabajo. Venia completamente solo caminando desde el bajío, y tomó la ruta que pasaba por donde es ahora el balneario, sin hacer caso de las advertencias ni consejos sobre las apariciones y espectros que deambulaban por ese lugar, una de ellas es que algunas noches la tierra se pone blanca como si pudiera brillar. Cuando caminaba cerca de lo que ahora son restos de lo que fue un jacal, pudo escuchar a un niño llorar. Entonces se detuvo, miró alrededor y buscó en la obscuridad, ahí encontró a un niño sentado llorando desconsoladamente. Al preguntarle la razón de su llanto, dijo que estaba extraviado y le pidió de favor lo llevara cargando a la Hacienda de Solís para así poder pedir ayuda, ya que tenía algunas dificultades para caminar, se había lastimado, y que con toda seguridad sería más fácil para sus padres que lo encontraran ahí.

El hombre mostró algo de sorpresa ante aquella petición, pero al verlo tan pequeño e indefenso, no tuvo ningún inconveniente en hacer lo que le pedía y cargarlo en su espalda. Entonces el niño le dijo que por ningún motivo volteara a mirarlo sin haber entrado a la hacienda, y que por ningún motivo entrara a la iglesia. Enfilaron así rumbo al lugar, ya había visto las luces de la Hacienda, pero a unos pasos de la entrada, se empezaron a escuchar algunos ruidos extraños, tan aterradores y desconcertantes, que el hombre tuvo que voltear a ver si el niño estaba bien.  Su cara se llenó de terror al descubrir que lo que llevaba en la espalda era una figura negra que se carcajeaba de manera terrorífica. El hombre arrojó al extraño ser al suelo y corrió a refugiarse al interior de la iglesia, en donde había unas cuantas personas, que además también escucharon las carcajadas de la criatura, pero no pudieron verla en la oscuridad.

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