El Charro Negro - Leyendas

Leyenda 1:

Por las noches en los Cerros de Temascalcingo se ven bolas de fuego saltando de un árbol a otro, mientras avanzan sigilosamente hasta llegar al pueblo.

 Me dijeron que cerca del cerro de la campana, un hombre que iba por el camino a altas horas de la madrugada, de pronto, se encontró con un joven vestido de charro, alto y flaco, montaba un gran caballo negro, de pelo brillante y lustroso, pero con ojos espeluznantes que parecían lanzar fuego. 

No tenía ojos, nariz ni boca. Extendió la mano y le ofreció una bolsa de dinero, pero el señor no la tomó. Entonces el Charro Negro se volvió con su caballo sin pronunciar palabra y se alejó.

 Pero el señor nunca escuchó el galopar del caballo, cosa que lo atemorizó y continuó su camino rumbo a su casa.

Leyenda 2:

Era de noche y una persona se encontraba bajando de El Calvario, las lamparas de la calle apenas alumbraban un poco con un tenue color naranja, al llegar a la altura de "El Gigante", comenzó a escuchar los cascos de un caballo que se acercaba, miró a todos lados, pero no lograba encontrar la figura por ningún lado, así que siguió con normalidad sobre la calle que ahora llamamos "I. Rayón".

 Pero para su asombro seguía escuchando los cascos del caballo retumbar a su alrededor, sin saber por donde estaba, temió se tratara de un asalto, y comenzó a acelerar el paso. Para su sorpresa, antes de llegar a lo que ahora es "Alfredo del Mazo" los pasos se detuvieron, y volteo hacia atrás solo para encontrarse con la figura de un hombre vestido de charro, que se fundía con la oscura noche, el hombre se congelo del miedo y no supo que hacer, su caballo era igualmente negro y muy imponente, el charro extendió su mano y lo invitó a subir a su caballo, pero el hombre salió corriendo al instante, podía escuchar claramente el sonido del caballo detrás de él, persiguiéndolo y cada vez más cerca, pero al llegar frente a la iglesia de San Miguel Arcángel, desapareció el sonido del caballo a todo galope, el silencio regreso a la calle, volteo, y no vio al caballo ni a su jinete, continuó su recorrido aterrado y sin saber que había pasado.

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