Los Viejos de Corpus y la Cultura Prehispánica

Mientras que mucha gente reposa en los jardines que conforman el atrio de la Parroquia de San Miguel Arcángel, otros tantos se preparan en el teatro al aire libre que se coloca a los pies del monumento al hijo pródigo de Temascalcingo, el enorme pintor José María Velasco, para ver el concurso de grupos denominados Los Viejos de Corpus. Este alucinante espectáculo se prolonga por más de tres horas, uno a uno hacen su presentación, mientras el jurado les califica su música, ritmo, creatividad y todos los elementos tradicionales que deben conformar la auténtica celebración. Al menos un torito debe estar incluido en cada grupo, el cual nos remite a otro mestizaje que se dio en los estados de Guerrero, Michoacán y México, especialmente. Encontramos una descripción que nos hará entender el origen de la celebración que cada Jueves de Corpus se realiza en Temascalcingo, Estado de México:

El sexto mes del año se llamaba Etzalcualiztli, potaje de frijol y maíz, y estaba dedicado a Tláloc, dios de la lluvia y su esposa Chalchiuhtlicue, diosa del agua, como símbolos de la fertilidad y la abundancia. Antes de que la fiesta llegase, veinte días antes, compraban un esclavo y una esclava, y hacíanlos morir juntos, como si estuviesen casados; y al esclavo lo vestían con ropas e insignias del dios Tláloc y a la esclava, con las de la diosa Chalchiuhtlicue, mujer de aquel dios. Y los esclavos, que eran gente infamada y de baja ley, para poder representar a los dioses, tenían que ser llevados con tlaltique, el purificador de hombres, quién los bañaba y purificaba quitándoles la mancha degradante de la esclavitud, lo cual también se hacía con estos dos que personificaban a los dioses del agua. Y eso de hacer vivir juntos a los dos esclavos, como marido y mujer, durante un mes, quería significar el connubio de Tláloc y Chalchiuhtlicue, cuya unión fecundante era el símbolo de la multiplicación de las plantas, de los animales y del hombre, es decir, de todos los seres vivos que existen sobre la tierra. Llegado el día de la fiesta, la cual se celebraba en el patio del Templo Mayor, frente a la capilla de Tláloc, aquellos dos esclavos que representaban a los dioses del agua, permanecían bailando y cantando todo el día hasta la media noche, en que los sacrificaban. A esta fiesta se llamaba Etzalcualiztli, que quiere decir permiso para comer etzalli, el cual era un rico potaje hecho de frijol, maíz, carne de gallina y otros muchos condimentos. Esto se debía a que, como las aguas ya habían entrado de golpe y abundaban todas las legumbres y el maíz estaba crecido y empezaba a querer jilotear, no había razón para pasar hambre y necesidad pues el año iba bueno y no había señales de que desmejorase, por lo cual se daba licencia para comer aquel género de comida suculenta, que hasta entonces no se podía comer por temor a la escasez. 

El día de la fiesta, primero se ofrecía de aquel rico potaje, en acción de gracias, a Tláloc y Chalchiuhtlicue, los dioses de la fertilidad de la tierra, quienes después daban licencia a la gente para comer aquella variada mezcla de manjares, que denotaban abundancia y riqueza. Después de haber comido, iban todos, así de grandes como chicos, viejos y mozos, hombres y mujeres, a lavarse a los ríos y a las fuentes, que no quedaba ninguno que no se lavase, y el que no se lavaba, teníanlo por amigo del dios del hambre, que se llamaba Apiztéotl, que quiere decir “el dios hambriento”. Luego de lavados todos, salían a bailar las personas mayores a los patios de los templos; iban todos muy aderezados, de la misma manera como se pinta en los libros la figura de este mes, con una caña de maíz en la mano, denotando fertilidad y en la otra, una olla de barro, denotando abundancia. Y así todos hacían solemne baile, tan largo que duraba todo el día. Mientras los señores y la gente mayor se regocijaba en sus danzas, los muchachos y la gente menuda cogían sus espadañas con las que adornados los templos y hacían de las hojas de ellas cercos redondos como anteojos, tal como se ven las serpientes enroscadas que están sobre la nariz del dios Tláloc, y con aquellos anteojos en la cara, y con un báculo en la mano y en la otra una olleta vacía, los muchachos más atrevidos andaban de casa en casa y parándose a la entrada, gritaban: Dadme de vuestro etzalli, que es la comida que hemos dicho. Y la más de la gente de las casas les llenaba la olla riéndoles y celebrándoles la gracia.

Etzalcualiztli empezaba el 6 de junio, se celebraba la tercera fiesta de Tlaloc. Ya en la época de la conquista los sacerdotes hacían impunemente cuanto daño querían a las gentes que hallaban en el camino despojándolos de cuanto llevaban hasta dejarlos algunas veces enteramente desnudos y dándoles de golpes si hacían la menor resistencia. Era tal la osadía de aquellos hombres que no solo atacaban a la plebe, sino que quitaban los tributos reales a los recaudadores si acaso daban con ellos sin que los particulares osasen quejarse de tales excesos ni el rey imponerles el debido castigo. Pero ahora vamos a hablar un poco sobre Tlaloc; en Temascalcingo existen dos zonas que tienen un pasado muy ligado a los Aztecas (Mexicas), estos son el Cerro de la Campana y San José Ixtapa; en ambos lugares se encuentran lugares arqueológicos que nos enseñan un poco sobre la gran expansión que tuvo esta cultura mesoamericana.

Tlaloc para ellos era la deidad que producía la lluvia,  pero ademas controlaba a los espíritus de las montañas y los fenómenos atmosféricos; por lo cuál se le invocaba para agradecerle la abundancia del maíz, pedirle lluvias en la época de sequía y para que deshiciera las nubes de granizo que pudieran afectar la cosecha. Sus fechas más importantes hacían énfasis en el ciclo agrícola. Además la cosmovisión de los mexicas daba gran importancia a dos cosas de importancia también para los otomíes y mazahuas: Los Cerros y el Agua, y más si ambos se encontraban cerca; las pirámides y centros ceremoniales mexicas siempre se encontraban a un costado de un cuerpo de agua (Probablemente por eso escogieron el Cerro de la Campana); los cerros eran de gran importancia por que las nubes eran atraídas por ellos; cuando los indígenas observan pues las montañas y se dan cuenta de su capacidad para atraer las nubes, todos los cerros existentes en su entorno cobran un significado sagrado y ritual, adquieren nombres particulares y van conformando su paisaje ritual. En su cosmovisión, los cerros, las montañas y los volcanes representan a los Tlaloques, considerados los dioses de la pluvia y servidores de Tláloc. De acuerdo con Fray Bernardino de Sahagún, los Tlaloques eran los creadores de las nubes, las lluvias, el granizo y el rayo; estos poderosos seres moraban en el Tlalocan o “inframundo”. Actualmente, en las comunidades campesinas e indígenas de Temascalcingo continúan manifestándose algunos rasgos rituales que expresan sus fuertes raíces en la cultura de Mesoamérica. Un tiempo detenido en la memoria, trastocado por la Conquista y por el sincretismo religioso, sigue presente en las tradiciones de la gente de nuestro pueblo; la agricultura y la forma tradicional de la vida rural han permitido la continuidad de estos elementos simbólicos.

López Austin explica la trascendencia temporal de esta cosmovisión como un núcleo duro constituido por una estructura de pensamiento que funciona a través de ciertos nervios o centros, o elementos culturales tan fundamentales que reintegran lo nuevo y regulan los elementos que originan una concepción diferente, conservando los ejes esenciales de la cosmovisión prehispánica. El agua es uno de estos elementos que permanecen en la significación cultural comunitaria. En la mayoría de los estados del país se presentan ejemplos de comunidades indígenas o campesinas que siguen realizando rituales para pedir lluvias, pronosticar el clima y ofrendar a Dios. Uno de estos casos lo ilustran los habitantes de nuestras comunidades, donde además algunos de sus pobladores aún 'se comunican con las fuerzas que habitan el mundo y el paisaje, y son los encargados de desarrollar los rituales propiciatorios del buen temporal a través de la danza de Los Viejos de Corpus'.

La cosmovisión mexica estableció una relación sagrada con la naturaleza, comprendió que sus recursos tenían un valor más profundo al simbolizar la vida misma. En nuestros tiempos, este pensamiento ha sobrevivido en las comunidades indígenas de nuestro municipio, a pesar de la conquista, la colonia, las revoluciones y reformas que han buscado de diferentes maneras erradicarlo e incorporarlo al proyecto de civilización moderna. Sin embargo, estos pueblos que continúan apegados a la agricultura son los que siguen apreciando las condiciones del ambiente, la importancia de que la lluvia aparezca y de que se vierta sobre la tierra, conservan los saberes heredados tanto prácticos como simbólicos con los que valoran la importancia del respeto por la naturaleza y por la vida que genera. De hecho, la mayor parte de las áreas naturales mejor conservadas del municipio se localizan en los territorios indígenas y en algunas comunidades campesinas, en las cuales la cosmovisión es un significado no solamente religioso, sino práctico-material que define la relación del hombre con la naturaleza a través de técnicas sustentables que exaltan la importancia del medio natural como sinónimo de supervivencia.

Históricamente, los grupos indígenas de esta región han otorgado a los cerros un lugar central en muchos aspectos de su vida, tanto que desde tiempos antiguos han ubicado lugares de culto en su cumbre; el pueblo otomí encuentra una gran importancia en los cerros, y es que estos son la base de su asentamiento en la comunidad; en Cruz Blanca encontramos un lugar ceremonial en las Piedras de Tzindo, y más importante aún es que muchos adultos de La Magdalena mencionan que los corpus iban a un lugar del cerro a realizar rituales antes de iniciar la celebración del Día de Corpus; los otomíes muchas veces se definen a través de su propio cerro. Las comunidades mazahuas encontraron también lugares sagrados en los cerros más altos del municipio, como el Cerro del Águila o de la Cruz, donde se sube en diferentes fechas para dar gracias o pedir por mejores lluvias “La fiesta de la Santa Cruz el 3 de mayo, se relaciona con la petición de lluvias y el fin de la temporada de secas".

Los otomíes son uno de los grupos indígenas con tradiciones y culturas prehispánicas más arraigadas en el país, pese al sincretismo religioso con el catolicismo aún conservan sus creencias, cultos y prácticas cotidianas. Para los otomíes, estos lugares sagrados son “los dadores”, los que proporcionan las lluvias, la energía y el sustento, razón por la que se les relaciona con la fertilidad agrícola, la salud y el bienestar en general, esto lo aprendieron de los Mexicas. Dentro de la cosmovisión de los ñähñus, existen numerosos relatos donde se concibe a los cerros y los grandes peñascos como sitios repletos de riqueza; en estas narraciones se afirma que se abren el 1 o el 3 de mayo, y que quien penetra en ellos pierde la noción del tiempo. Para los otomíes, estos rituales establecen una relación de reciprocidad con las divinidades a las que alimentan a través de ofrendas de fruta, flores, pan, danza, música y “esfuerzo”, es decir, energía, fuerza. La peregrinación es la ofrenda en reciprocidad al vigor y al sustento que de ellos reciben, pues para los otomíes la tierra y su paisaje son entidades vivas, por eso la Danza de los Viejos de Corpus se debe de dar con mucha algarabía y ruido, demostrando que se trae muchas ganas de participar y de recibir la preciada agua que Tlaloc ha de otorgar. Para los otomíes de esta región, el compartir en cualquier situación ritual se define como la adquisición simbólica de un compromiso ético. Así es como familias, grupos de amigos y compadres son los que como mayordomos o fiscales se hacen responsables del grupo de fieles que los acompañan y llevan sus santas imágenes, estandartes y banderas por todo el recorrido.

La música que existió antes de que llegaran los españoles a América servía tanto para los momentos de goce, como para los momentos de combate. Crearon melodías para disfrutar en las fiestas, para llevar el compás en los ritos. La música era considerada un arte que complacía a los dioses para que estos les ayudaran a obtener buenas cosechas, velaran por su salud, les diera lluvias y les premiara con conquistas. Tantos beneficios creían que les reportaba la música que los músicos profesionales, tenían una relevancia social importante y gozaban de privilegios civiles. La función principal de la música en las sociedades prehispánicas y la nuestra es crear una conciencia de grupo y unir a la gente para conseguir beneficios, coordinar, emocionar y pasarlo bien. Es así, en todas las culturas, y conocer la nuestra y compartirla con otras nos enriquece a todos/as. Y ahí es como nuestros ritmos prehispánicos se unen al mestizaje y comienza a darse forma el sincretismo de nuestras tradiciones culturales. ¿Cómo suena la música folklórica de nuestos pueblos actuales? Tienen un ritmo que coordina los movimientos y unos tonos fuertes que emocionan, también hay música de duelo, con ritmos tristes y lentos, asimismo, hay música de baile, de entretenimiento y la que se tocaba en las fiestas privadas y públicas. Mucha de ella aparece mencionada en los textos de los villancicos que aún guardan algunas iglesias. La única música cotidiana, la que se empleó en bodas, bautizos, cumpleaños y celebraciones civiles sólo permanece en la memoria de quienes la interpretaron, aunque a su manera siguió viva a través de la tradición oral, pero en nuestro caso, se puede escuchar aún con los músicos de nuestras comunidades.

Los elementos músicales principales que tienen parecido son la tambora o tambor, el teponaztli y él huéhuetl; el teponaztli es un idiófono de golpe directo, hecho de un tronco de madera ahuecado, con dos lengüetas en la parte superior que forman una H en sentido longitudinal. Se tocaba con dos baquetas con punta de hule llamadas ólmaitl. Los mayas lo nombraron tunkul; los mixtecos, qhu; los zapotecas, nicàche; los otomíes, nobiuy; y los tarascos, cuiringua. El teponaztli se tocaba en los honores que hacían los viejos, cantando y bailando, a los guerreros principales muertos en la guerra o capturados para el sacrificio. Marcaba el son de muchos cantos y danzas de la comunidad. El huéhuetl en legua nahuatl tiene como definición "el anciano", o el venerable, pues las culturas mesoamericanas veneraban y respetaban a las personas ancianas por su sabiduría. Se utilizaba generalmente la madera de sabino o ahuehuete, pues este árbol tarda mucho tiempo en crecer, por lo que era muy respetable el trabajo del que fabricaba un huehuetl. Se piensa que el huéhuetl tiene un sentido ancestral y místico, pues se relaciona al sonido del tambor con el corazón de la tierra. Se utilizaba en ritos, en fiestas y en la guerra. Llegado el año de 1528 se fundó el Cabildo Eclesiástico de la Nueva España, que tenia como función principal dar los nombramientos de músicos y cantores encargados de ejecutar la música en las ceremonias religiosas, y se comienza a reemplazar los instrumentos "paganos" con los que trajeron los españoles a la Nueva España; entre ellos el violín y el tambor. La música interpretada por pueblos indígenas en nuestras comunidades, posee influencias de la música europea y mestiza, como el uso de los instrumentos de cuerdas, de tambores con amarre de cuerda, y el uso de acordes. En la época prehispánica, el flautista y el tamborero tocaban por separado, esto mismo pasa con el violín y tambor en nuestra época. También existen los duetos violín y tamborero, similares a los de la música mestiza y música europea tradicional. Ahora podemos entender por que nuestros pueblos utilizan el tambor como parte del repertorio músical de los Viejos de Corpus y la razón por la cuál no se debe perder este valioso elemento: La Música.

Si bien lo del baño ritual en la celebración del Etzalcualiztli no se sabe que fuera parte de los Viejos de Corpus, tan solo el hecho de que en el festejo de Temascalcingo cada grupo, antes de caer la tarde va de regreso al templo de su comunidad, el torito entra en acción, al matar al hombre y la mujer que desde un principio, como lo vimos en el primer artículo de esta serie, aparecieron; cosa que liga perfectamente una con otra celebración, además la representación del dios de la lluvia que consiste de ojos conformados por círculos concéntricos o anteojeras, bigotera en forma de volutas que salen por la parte frontal del rostro y colmillos que salen por debajo de la boca, que se puede observar en el 065-071 Códice Ixtlilxochitl, tiene mucho parecido con las máscaras que utilizan los Viejos de Corpus en nuestra celebración, es por eso que me atrevo a decir que el Etzalcualiztli sigue vivo en Temascalcingo, y más aún todos estos elementos que se siguen pasando desde las culturas mesoaméricanas son lo que hacen de esta tradición una muy original y que debe de ser rescatada para así poder seguir disfrutándola con el pasar de los años.


Álvarez Constantino, Jesús. El pensamiento mítico de los aztecas. Editorial Balsal. Morelia, 1977.

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